5 CUENTOS CORTOS DE HALLOWEEN
¿Truco o trato? Pregunta típica de cada 31 de octubre en la fiesta de Halloween, pero también es imprescindible para niños (y algunos mayores) los disfraces terroríficos, las chuches y pasar un poco de miedo.
Nosotros, queremos hacer una aportación de ocio y entretenimiento para nuestros pequeños en la que también implicar a los adultos. Un poco de lectura con 5 cuentos cortos de Halloween para rematar la noche con una actividad de suspense e intriga.
LA CASA DEL PUEBLO
Érase una vez una familia que, harta de vivir en la ciudad, se mudó a una casa en las afueras. Alquilaron una preciosa casa apartada y tranquila, estaba en un paraje en medio del bosque. A los padres, les resultó increíblemente barata para lo grande que era, casi una mansión. Estaban sorprendidos con la suerte que habían tenido.
Semanas después de haberse mudado, un lugareño que pasaba por allí, les contó que la casa estaba embrujada, y les dijo que era tan barata porque nadie quería vivir en ella. Sin embargo, a ellos, que no creían en historias de fantasmas, les pareció genial haber encontrado esa mansión sin habitar. Incluso se reían de las creencias de aquellas gentes de pueblo.
Tiempo después de vivir allí, la niña pequeña le comentó a su madre
– Mamá hoy el señor Landin me ha contado una historia genial.
– ¿El señor Landin?
– Claro mamá, el jardinero. Todos los días paso un ratito con él y me explica unas historias increíbles sobre este pueblo.
– ¿Qué jardinero?
– Mamá, el jardinero. El que está ahí quitando las hojas de la entrada, como todas las mañanas.
– Hija, nunca tuvimos jardinero.
Miraron hacia el porche y allí no había nadie, más que un montón de hojas apiladas y un rastrillo junto a ellas. Aquella misma mañana, hicieron las maletas, cargaron el coche y nunca más regresaron.
UN HALLOWEEN ENTRE DINOSAURIOS
Había una vez en una época en donde era Halloween, dos personajes, Sara y David, son dos hermanos a los que les encantan los dinosaurios, conocen casi todo de ellos y en su casa, no hay un solo rincón de su habitación en el que no haya peluches, juguetes o incluso esqueletos de dinosaurios.
Como todos los años, Sara y David se disponen a disfrazarse para celebrar Halloween con sus amigos, pero este Halloween va a ser diferente y muy, muy especial para ellos.
Sus padres, por sorpresa se los llevan a una fiesta, en un parque cercano a su ciudad, dedicado exclusivamente a los dinosaurios, sus orígenes, su forma de vida y alimentación y porque se extinguieron.
Cuando llegan al parque, los niños sorprendidos contemplan toda la decoración del lugar y después de admirar como han ambientado el lugar para la fiesta, corren a visitar a sus dinosaurios favoritos: el Triceratops y el T-Rex
- ¡Madre mía! El T-Rex bien podía haber sido un vampiro con esos dientes tan grandes. – exclama David emocionado.
- Tienes razón, con esos dientes y lo oscuro que esta esto, aun da más miedo de lo normal. – asintió Sara.
Pronto, los dos hermanos regresan con sus padres que, también disfrazados para la ocasión, les esperan al final del pasillo, para entrar en la sala que el parque ha dispuesto para organizar allí una fiesta de Halloween especial.
Allí conviven zombis, momias, vampiros con todas las clases de animales que habían pisado la tierra en la era en la que vivieron los dinosaurios tan queridos por Sara y David.
- Ojalá hubiese podido conocer a uno de verdad.- suspira David. – hubiera sido fantástico poder vivir con ellos.
- David, si los dinosaurios hubieran llegado a nuestra época, no quedaríamos ni un solo humano sobre la tierra. Los grandes carnívoros como tu querido T-Rex, se habrían encargado de comernos a todos. – le explican sus padres.
- Mamá tiene razón. Aunque hay herbívoros, son más los dinosaurios carnívoros los que hay y nosotros somos muy pequeños como para poder con ellos. Yo prefiero verles aquí, les puedo ver y tocar sin miedo a que me coman. – dice Sara.
Pronto se unen a la fiesta y los dos hermanos se lo pasan en grande con los nuevos amigos que hicieron allí en la fiesta.
Bailan, juegan y comen de toda las clases de chuches que han colocado en lo que parecen ser huevos de dinosaurios.
Un mago, disfrazado de vampiro, les hace varios trucos de magia para hacer la tarde más divertida y luego se hacen fotos con las momias, murciélagos, arañas y demás monstruos que se mezclan con los dinosaurios que normalmente habitan solos allí.
Al final de la tarde, los niños ya están muy cansados para continuar con la fiesta y sus padres deciden volver a casa.
- Hoy ha sido un día inolvidable.- dice Sara entre bostezos.
- Y que lo digas, hermanita. Hemos pasado una tarde de miedo con los dinosaurios. – añade David.
- Mamá, nos dejarás ahora vaciar la calabaza antes de acostarnos. Por favor… – le pide Sara con voz dulce.
- Si primero os bañáis y os ponéis el pijama al llegar a casa.
- ¡Vale! ¡Hurra! – exclaman felices los dos hermanos.
Sara y David se quedan dormidos en el trayecto hasta llegar a su casa, pero no quieren dejar de lado su tradición de vaciar sus calabazas antes de irse a dormir y obedecen a su madre, dándose un baño y poniéndose el pijama antes de comenzar a dibujar sus terroríficas caras en sus pequeñas calabazas.
Papá ayuda a Sara con la suya, mientras que es mamá quien echa a David una mano para decorar y vaciar la suya, con unos colmillos afilados como los del T-Rex que han visto en la fiesta.
- ¡Vaya David! – exclama su padre. – este año tu calabaza sí que es terrorífica.
- Si, papa. – dice orgulloso David.- es una calabaza T-Rex.
Los dos pequeños, finalizan la decoración de sus calabazas y tras tomarse un gran vaso de leche con galletas se van a sus camas, a ver las fotos de ese gran día y a soñar que por una vez, celebraron Halloween entre dinosaurios.
LA NIETA
Un buen día, una joven caminaba hacia su colegio ensimismada en sus pensamientos, de pronto, se encontró con una pequeña que llevaba un bonito vestido blanco y una chaqueta roja. Estaba sentada en la acera, y parecía triste y desconsolada.
La chica, que ya llegaba tarde al colegio, estuvo tentada de seguir adelante, pero las lágrimas de la niña la conmovieron. Se paró, le preguntó qué le pasaba y ésta le dijo que se había perdido.
No podía dejarla allí, sola, así limpiándole las lágrimas de las mejillas, le dijo algunas palabras de consuelo y le prometió acompañarla hasta su casa. Al fin y al cabo, llegaría tarde al colegio por una buena causa.
Le preguntó si sabía donde vivía y la niña solo supo decir que su casa tenía un cerezo en la entrada que todo el año tenía flores. La joven supo exactamente qué casa era. La del anciano Merlín, le llamaban así por su larga melena blanca.
Acompañó a la pequeña hasta la puerta de la casa y allí se despidió de ella. Al volver corriendo al colegio se dio cuenta que se había quedado con la chaqueta de la niña y, a la tarde, se acercó a la casa del anciano Merlín para devolverla. Llamó a su puerta y salió un anciano de mirada cansada y voz pausada:
– ¿Qué se te ha perdido joven?
– Traigo la chaqueta de su nieta, yo la acompañé esta mañana hasta casa, porque se había perdido, espero que esté bien.
– ¿Mi nieta? Murió hace muchos años, salió a jugar la noche de Halloween con su vestidito blanco y su chaqueta roja, y nunca más volvió.
EL JUEGO DEL ESCONDITE
Una noche de Halloween, dos hermanos que no querían acudir a ninguna celebración, se habían quedado solos en casa, mientras sus padres estaban en la fiesta de unos vecinos.
Tras un rato viendo películas, decidieron jugar al escondite. El hermano mayor comenzó a contar hacia atrás mientras escuchaba los pasos de su hermano alejarse en busca de un buen escondite.
Cuando terminó de contar, comenzó a buscar a su hermano. Empezó buscando en sus escondrijos favoritos: el armario de la entrada, detrás del sofá, bajo la cama, en el cesto de la ropa… Sin embargo, no estaba en ningún sitio. «¿Qué escondite habrá encontrado?», pensaba el hermano mayor que comenzaba a cansarse de buscar tanto sin encontrarle.
De repente, comenzó a escuchar unos sonidos extraños que procedían del armario de su habitación. «¡Sal, sé que estás ahí, te he encontrado!».
Sin embargo, nadie abrió la puerta. Esperó unos segundos y harto del juego, abrió él mismo el armario. Miró detrás de los abrigos y las camisas pero, no vio a nadie allí. Se inclinó un poco hacia delante alargando la mano e intentando tocar el fondo del armario y, de repente, una mano fría agarró su mano e intentó tirar de ella hacia el armario.
Enfadado le gritó a su hermano que le soltara pero, entonces, una voz detrás de él dijo:
– Pero, ¿qué haces?, ¿no puedes encontrarme?
Era su hermano pequeño, entonces, ¿quién tiraba de él hacia dentro? El hermano mayor comenzó a gritar aterrado tratando desesperadamente de liberarse de aquella mano que intentaba meterle en el armario. Su hermano tiraba de él también hasta que consiguieron soltarle.
Sobre su mano quedaron unos arañazos que jamás desaparecieron. Durante años, cada 31 de octubre, escucharon unos ruidos extraños procedentes de aquel armario, que nunca, se atrevieron a volver a abrir.
EL DISFRAZ DE HALLOWEEN
Maite es una niña, de unos siete años, que le encantan los disfraces y jugar con sus amigos a cualquier cosa que implique disfrazarse. Por eso, sus padres han decidido aprovechar que se celebra Halloween para prepararle una fiesta con sus amigos.
Una pequeña merienda y un montón de juegos para que tanto Maite como sus amiguitos disfruten de una tarde divertida y llena de sorpresas.
La pequeña ayuda a preparar la fiesta junto a sus padres para que todo salga perfecto y elige su disfraz favorito. Ha decidido ser una simpática bruja, con una cesta en forma de calabaza, para recoger caramelos tras la merienda.
Cuanto tocan al timbre, Maite está más que preparada y recibe a sus amigos con una pequeña bolsa de caramelos y un libro de cuentos para tener un recuerdo de una tarde muy divertida.
Al llegar al salón, los padres de Maite ya les están esperando con la mesa llena de bocadillos, chuches y adornada con motivos terroríficos. Fantasmas, murciélagos y alguna que otra telaraña de mentira, decoran la mesa y las paredes del salón. Todos se sientan a merendar muy animados y comentando que les gusta a cada uno de los disfraces que llevan puestos.
Cuando terminan, ayudan a recoger a la mamá de Maite y le piden a su padre que les cuente una historia.
- Mi papá sabe porque ahora nos disfrazamos para celebrar Halloween. – presume la pequeña Maite.
- ¿De verdad? – pregunta uno de los niños disfrazado de fantasma. -¿Por qué no nos cuentas la historia?
- Sentaos y os la cuento- dice el padre de la niña con una sonrisa.
Todos los niños se sientan en círculo, rodeando al padre de Maite que, con aire misterioso, comienza a contarles la historia de donde salió la costumbre de disfrazarse en Halloween.
“Hace muchos, muchísimos años, las noches de invierno representaban una amenaza a la gente que vivía en los poblados Celtas.
La oscuridad les daba miedo porque creían que, en la noche de todos los santos, los muertos cobraban vida y se convertían en fantasmas, momias, brujas y otras criaturas y pensaban que se los encontrarían por las calles si salían de sus casas.
Como no podían permitirse quedarse encerrados en casa toda la noche, los que salían creían que disfrazándose no les reconocerían los fantasmas.”
- Y… ¿Sabéis lo que hacían? – les pregunta a los niños que le miran con atención.
- ¿Qué hacían papá? Dinos que hacían para escaparse – le dice uno de los amiguitos de su hija.
“Ellos usaban máscaras, capuchas y todo lo que tenían a su mano para despistar a los fantasmas en su búsqueda de espíritus.
Años después, en Estados Unidos comenzaron a hacer fiestas en los que, como nosotros, contaban historias de fantasmas, adivinaban la suerte de los que allí asistían, cantaban y bailaban.
A partir de entonces, los disfraces ya no se los ponían para huir de los espíritus, sino para hacer de la víspera de Todos los santos un homenaje a como se vivía en sus antepasados.”
- Y ahora que ya sabéis porque empezaron a disfrazarse… ¿Os apetece ir a por caramelos? – les pregunta el padre de Maite.
- Siiii… – contestan todos los niños al unísono.
Todos los niños, encabezados por Maite y su padre cogen de la entrada las cestas que han traído para la fiesta y, entre bromas y risas comienzan a tocar a los vecinos para que le den unas chuches al oír… ¡¡ TRUCO O TRATO!!
Esperamos que disfrutéis de esos momentos de lectura con los más pequeños y que se una buena noche de risas, algo de miedo y pasarlo bien. ¡Esperamos vuestro comentarios!